Trastorno por atracón - Obesidad
El trastorno por atracón se define por la existencia de una comida excesiva en un período discreto de tiempo -no mas de dos horas- sobre la que la persona siente que no puede ejercer ningún control para pararla, a la que no le siguen conductas purgativas compensatorias.
La ausencia de conductas compensatorias hace que las personas que lo padecen presenten un exceso de peso, a veces obesidad mórbida, que les hace sentirse muy desgraciados. La comida se ingiere de forma compulsiva a cualquier hora del día y produce una gran vergüenza y sentimientos de culpa. Como en el caso de las pacientes bulímicas, el atracón ayuda a la persona a sobrellevar los estados de estrés, calma el malestar emocional y permite eludir los problemas cotidianos.
Las personas que presentan un trastorno por atracón tienden a atribuir cualquier fracaso laboral o sentimental a su peso, sin pensar que puedan tener otras deficiencias psicológicas que deberían corregir. Eso les hace fantasear con la idea de que cuando adelgacen resolverán todos sus problemas y serán unas personas felices. En consecuencia, presentan una gran insatisfacción por su imagen corporal, pero nunca llegan a distorsionar la percepción del peso o volumen de su cuerpo.
Es un trastorno muy frecuente en niños con obesidad, en pacientes que por algún tipo de enfermedad física han tenido que hacer dietas especiales (como, por ejemplo, pacientes adolescentes con diabetes) o en algunos padres varones de pacientes anoréxicas o bulímicas, aunque su conducta nunca se haya percibido como "problemática". Los intentos que hacen los familiares para restringir su ingesta suelen ser vanos y nocivos, especialmente si se trata de niños/as o adolescentes. Lo máximo que consiguen es que mientan. Es relativamente frecuente que dediquen su dinero a comprar comida cuando están fuera de casa e incluso pueden robar comida del colegio, las tiendas o de la casa de otros.
Sus relaciones sociales pueden estar muy limitadas, tienen pocos amigos y en su interior sienten que es muy difícil vivir en esta sociedad donde se rechaza tanto cualquier mínimo sobrepeso. Al sufrimiento por la comida descontrolada se une el producido por las vejaciones infligidas socialmente al considerarlos glotones/as, vagos/as, sin fuerza de voluntad y sin capacidad de auto control. Esto les hace retraerse y aislarse pero, en su aislamiento, la única alternativa que les queda es comer más.
Las pautas destructivas de comportamiento se perpetúan porque la persona que tiene un trastorno por atracón no ha aprendido alternativas para afrontar su deseo compulsivo de comer, ni a confiar en que sus sentimientos se pasen. Ante cualquier malestar psíquico, especialmente la ansiedad, acabará tranquilizándose con comida.
Al tormento psicológico que acompaña a este trastorno se le va sumando la aparición progresiva de complicaciones físicas, como el desarrollo de una diabetes o una hipertensión arterial, consecuencia de una alimentación desequilibrada y un peso excesivo. Por eso, muchos pacientes buscan ayuda para su obesidad más que para el trastorno alimentario en sí mismo. Las dietas que se les prescriben ayudan temporalmente pero, si no se tratan los aspectos emocionales, terminan fracasando.
El trastorno por atracón suele presentar asociado a trastornos del estado del ánimo, experimentando a lo largo de su vida numerosos episodios depresivos. La depresión les hace comer más y moverse menos, por lo que la obesidad se dispara aumentando la sensación de ser personas “non gratas” a la vista de los demás.
Dado que el trastorno por atracón tiene enormes similitudes con el trastorno bulímico, excepto porque no se realizan conductas purgativas compensatorias, muchos de los aspectos del tratamiento de la bulimia nerviosa pueden beneficiar a las personas que sufren un trastorno por atracón. Especialmente eficaz es la combinación de terapia cognitivo-conductual para los problemas alimentarios, terapia interpersonal para los problemas de aislamiento y medicación antidepresiva para mejorar los estados de ánimo.
La ausencia de conductas compensatorias hace que las personas que lo padecen presenten un exceso de peso, a veces obesidad mórbida, que les hace sentirse muy desgraciados. La comida se ingiere de forma compulsiva a cualquier hora del día y produce una gran vergüenza y sentimientos de culpa. Como en el caso de las pacientes bulímicas, el atracón ayuda a la persona a sobrellevar los estados de estrés, calma el malestar emocional y permite eludir los problemas cotidianos.
Las personas que presentan un trastorno por atracón tienden a atribuir cualquier fracaso laboral o sentimental a su peso, sin pensar que puedan tener otras deficiencias psicológicas que deberían corregir. Eso les hace fantasear con la idea de que cuando adelgacen resolverán todos sus problemas y serán unas personas felices. En consecuencia, presentan una gran insatisfacción por su imagen corporal, pero nunca llegan a distorsionar la percepción del peso o volumen de su cuerpo.
Es un trastorno muy frecuente en niños con obesidad, en pacientes que por algún tipo de enfermedad física han tenido que hacer dietas especiales (como, por ejemplo, pacientes adolescentes con diabetes) o en algunos padres varones de pacientes anoréxicas o bulímicas, aunque su conducta nunca se haya percibido como "problemática". Los intentos que hacen los familiares para restringir su ingesta suelen ser vanos y nocivos, especialmente si se trata de niños/as o adolescentes. Lo máximo que consiguen es que mientan. Es relativamente frecuente que dediquen su dinero a comprar comida cuando están fuera de casa e incluso pueden robar comida del colegio, las tiendas o de la casa de otros.
Sus relaciones sociales pueden estar muy limitadas, tienen pocos amigos y en su interior sienten que es muy difícil vivir en esta sociedad donde se rechaza tanto cualquier mínimo sobrepeso. Al sufrimiento por la comida descontrolada se une el producido por las vejaciones infligidas socialmente al considerarlos glotones/as, vagos/as, sin fuerza de voluntad y sin capacidad de auto control. Esto les hace retraerse y aislarse pero, en su aislamiento, la única alternativa que les queda es comer más.
Las pautas destructivas de comportamiento se perpetúan porque la persona que tiene un trastorno por atracón no ha aprendido alternativas para afrontar su deseo compulsivo de comer, ni a confiar en que sus sentimientos se pasen. Ante cualquier malestar psíquico, especialmente la ansiedad, acabará tranquilizándose con comida.
Al tormento psicológico que acompaña a este trastorno se le va sumando la aparición progresiva de complicaciones físicas, como el desarrollo de una diabetes o una hipertensión arterial, consecuencia de una alimentación desequilibrada y un peso excesivo. Por eso, muchos pacientes buscan ayuda para su obesidad más que para el trastorno alimentario en sí mismo. Las dietas que se les prescriben ayudan temporalmente pero, si no se tratan los aspectos emocionales, terminan fracasando.
El trastorno por atracón suele presentar asociado a trastornos del estado del ánimo, experimentando a lo largo de su vida numerosos episodios depresivos. La depresión les hace comer más y moverse menos, por lo que la obesidad se dispara aumentando la sensación de ser personas “non gratas” a la vista de los demás.
Dado que el trastorno por atracón tiene enormes similitudes con el trastorno bulímico, excepto porque no se realizan conductas purgativas compensatorias, muchos de los aspectos del tratamiento de la bulimia nerviosa pueden beneficiar a las personas que sufren un trastorno por atracón. Especialmente eficaz es la combinación de terapia cognitivo-conductual para los problemas alimentarios, terapia interpersonal para los problemas de aislamiento y medicación antidepresiva para mejorar los estados de ánimo.